Es un atajo a 30 años de carrera de la fotógrafa estadounidense Marylin Minter, dedicada a plasmar el deseo como un estado sensorial donde la suciedad es poco más que uno de los principios fundamentales para la construcción de la belleza. Analista de la figura femenina y su representación en los medios de comunicación masivos y empeñada en adulterarla para componer una nueva erótica.
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